LO QUE EL OÍDO NO VE

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Papá Flórez

Carlos Javier López

Seguramente a algunos les extrañe que aun, en estos meses que Palco9 lleva de andadura, todavía no haya hablado de uno de mis cantantes fetiche, el peruano Juan Diego Flórez.

A decir verdad, me prometí a mi mismo no dedicarle una entrada hasta que no visitase de nuevo el Teatro Real, pues me decepcionó bastante en su último rol en Madrid. Su Arturo Talbot de Puritanos, un papel en que impresiona en las grabaciones, pero que le queda algo grande en el directo. No está hecha aun la voz de Flórez para estos berenjenales que exigen voces más armadas. Cantó mucho peor de lo esperado; tanto, que me negué a aplaudir y protesté los aplausos del público. Recuerdo que fue el fin de semana en el que un volcán oscureció el cielo del norte de Europa, y puso los espacios aéreos patas arriba. No pudo asistir el director de orquesta, y todo sonó como manga por hombro, deslavazado y decepcionante. De todas formas, fue realmente instructivo descubrir los artificios y tejemanejes que el tenor limeño empleó para maquillar las carencias vocales que lo atenazaban aquella tarde. Aun así, como a Curro Romero en la Maestranza, le esperamos conscientes de su potencial, tantas veces demostrado en Madrid con sus recitales.

Pues bien. Harto como estaba de esperarlo, y deseoso de quitarme aquel mal sabor de boca, decidí ir a su encuentro. Imposible desplazarme a Nueva York. Me quedaba el cine, en una de esas producciones internacionales a la americana. No era una de Spielberg, sino una de Rossini. El Conde Ory, deliciosa ópera cómica de ambientación medieval y argumento disparatado, de las que gustan a todo el mundo, siempre que no caigan en la trampa de las comparaciones.

Vi un espectáculo realmente agradable. Aunque al final no escuché a Didonato, a Damrau ni a Flórez, sino a un trasunto herziano de los mismos, de voces aumentadas por la técnica acústica y la edición cinematográfica. Habían perdido gran parte de su belleza vocal al dejarse los armónicos enredados entre los cables que se tienden entre el Metropolitan Opera House y los cines Ideal, de la plaza Jacinto Benavente.

Sin embargo, con un poco de estómago e imaginación, todo pasa con amabilidad. Además, hubo sorpresa. René Fleming, anfitriona encargada de las presentaciones, anunció que pocos minutos antes de llegar al teatro, Juan Diego Flórez había sido padre de un niño. Leandro, van a llamar a la criatura. Por lo excepcional de la situación, la propia Fleming parecía algo nerviosa. El mismo Flórez, en la entrevista del entreacto, contó la aventura, y explicó sus ojeras en escena, además de su alegría por el suceso.

No afectó a la interpretación, llena de comicidad. Si en algo nunca falla Juan Diego es en lo actoral, donde demuestra una intuición humorística fuera de lo común, muy en el tono del resto de la compañía, dirigida en lo escénico por Bartlett Sher. El americano ha conseguido una escena realmente atractiva, comprometida con el texto, pero añadiendo picante y quitándole la castidad medieval de otras producciones. Fue estupendo el momento cama, en el que los protagonistas mantienen un desternillante menage-a-trois, de lo mejor de la obra, por lo novedoso. También me llamó la atención el personaje de regiseur, que controla en todo momento los cambios de escenario y los efectos especiales, como en una representación dieciochesca.

Nunca había escuchado a la mezzo Joyce Didonato cantando Rossini. Ya tenía mi corazón desde que la besé en Madrid tras su Octavian del Rosenkavalier, pero hay que decir que cumple como esperaba, empastando bien en las partes concertato, y encarna a un Isolier en perfecta sintonía con el conde lascivo (Flórez) y la Condesa Adele (Damrau). La Damrau, que también es madre reciente, da vida a la condesa con gusto y técnica, sincronizada siempre con Isolier.

Aunque solo puedo imaginar lo que fue el directo en cuanto a lo vocal, pues la amplificación transforma las voces igualando su tamaño y supliendo los fallos en la emisión, todo parecía ir sobre ruedas, y el barco comandado por Maurizio Benini, navegar sin vías de agua. Con esa orquesta y ese coro, ya podrá…Los vídeos están en el tube. Buen provecho.

Puedo decir que en parte me reconcilié con Juan Diego Flórez (es fantástico su timbre homogéneo y su cantar-respirando en los agudos), al que felicito doblemente desde este Palco9, por su paternidad, y por su interpretación. Abrazo la esperanza de disfrutar de su color y técnica pronto en Madrid. ¿Tal vez algo de Bizet?