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El agente De León

Carlos Javier López y Carlos Javier Rodríguez

Ocurrió el 16 de febrero de este año. Estábamos sentados en nuestro palco 9 del Teatro Real. Queremos compartir con vosotros en este otro palco9, cibernético, lo que ocurrió aquella tarde.

El tenor argentino Marcelo Álvarez iba a interpretar al poeta que da nombre a la ópera Andrea Chenier, de Giordano (1867-1948). Pero no pasó de los carteles, y el rol del protagonista corrió a cargo de un tenor tinerfeño, para la mayoría desconocido, Jorge de León (1970), que sustituía al elegante tenor bonaerense, aquejado de una extraña indisposición.

El cambio de intérprete se anunció inmediatamente antes de que comenzara el espectáculo, lo que motivó un murmullo en toda la sala. Se levantó el telón, y la lucida (y cara) puesta en escena de la Opéra National de París no eclipsaba la expectación por comprobar las facultades canoras del que (y esto se sabía aun menos) hasta hace poco había patrullado las calles de Adeje (Tenerife) como agente de la policía municipal y que figuraba en nuestro programa como protagonista de un, hipotéticamente escaso de brillantez, tercer reparto.

Primera prueba de fuego, el aria Un dì al azzurro spazio; del primer acto. Bien resuelta, con una gran proyección, timbre amable, metal, presencia sonora y brillo en los agudos, algo abiertos. Algo atropellado en el fraseo, pero más firme tras culminar …le lacrime dei figli apasionado y con ancha voz, se lanzó con un escalofriante portamento hasta el si bemol 3 en Non conoscete amor!. Aquellos que esperaban aquel momento para despellejar al joven cover se revolvían en la butaca, tal vez sorprendidos por el descaro y la valentía a la hora de cantar de alguien que tiene poco que perder y mucho que ganar. Tras el …del mondo anima e vita é l’amor que cierra la pieza rompimos en una cerrada y merecida ovación para el tenor chicharrero.

El Teatro Real decidió, pensamos, en ese momento, arropar a De León. Y no es extraño, porque de todos es sabida la querencia del público de la plaza de Oriente por los cantantes de voz grande y agudos timbrados y fáciles. Era el descubrimiento de un auténtico tenor lírico spinto español, casi nada. Se pasaron por alto las dificultades para mantener la tersura de la línea en los recitativos, las rugosidades en la zona media y el uso pobretón de los reguladores.
Porque cantó muy bien, pese a lo dicho, especialmente el final de la obra, pasando en el dúo final por encima de una Fiorenza Cedolins que al lado de “este chico” (como ella decía en camerinos) parecía disminuida en sus facultades que, por otro lado, nunca fueron nada del otro jueves.

El aria Sì, fui soldato, emocionantísima, en la que la voz de Jorge de León, poderosa, juvenil y con un passaggio sólido, llegaba sensual al público, perfectamente mezclada en el magma sonoro de Giordano.



No se arrugó tampoco con el aria Comme in bel dí di maggio, con un canto hermoso y bravo, de voz extensa y rotunda. Tal vez menos elegante y distante en las formas, llegaba acaso a recordar a otros grandes tenores metidos en la piel del poeta revolucionario; léase los Corelli, Del Mónaco, Domingo

Vibrante y con estuche. Un éxito inesperado, de los que ponen la ópera en el telediario.

Sin poder evitarlo bajamos raudos a los camerinos, acompañados por nuestro amigo Rodrigo Langarita, con la idea de conocer personalmente a Jorge. Tras preguntar por su camerino varias veces (algunos trabajadores del Real parecían no saber quién era ese hombre), llamamos a una puerta donde, pegado con celo, figuraba un papel cuadriculado, como de cuaderno infantil, en el que se podía leer, escrito con bic azul y discutible caligrafía, Don Jorge De León. Entramos sin esperar respuesta.
Dentro, el cantante con su asistente (representante o familiar, no sé). Nos miraron a los tres, que llevábamos traje, corbata y programa en mano, con una cómica expresión de sorpresa. Parecía que no esperaban que nadie se molestase en felicitar al cantante. Eufóricos por tenerlo delante, lo felicitamos en repetidas ocasiones, mostrando nuestro asombro, y lo comparramos con José Carreras, lo que le hizo ruborizar. Señalando su garganta, le comentamos que parecía tener dentro una enorme campana, a lo que él, humildemente, comentó que tan sólo era el fruto de muchas y largas horas de estudio. “Aun tengo mucho que mejorar”, nos dijo. Con el deseo de nuevos triunfos, nos despedimos, no sin antes preguntarle por sus futuros proyectos. «Bueno, el domingo vuelvo a estar aquí, si queréis venir», respondió. Fue encantador.

No hizo falta esperar mucho. Acudimos días mas tarde a la representación con ánimo de escuchar (y comparar) la voz de Marcelo Álvarez tras su misteriosa, y ya comentada, ausencia. Tras salvar el breve (y accidentado) primer acto cedió a, según se dijo, una indisposición física. Todos sabemos que no fue tal.  Mientras nos sitúabamos en el Palco 9, tras la pausa anterior al segundo acto, se comunicó el «desgraciado» incidente y se anunció la consiguiente actuación de Jorge de León. Aplausos y Bravos!. Alegría. El resto se puede imaginar.

Cantó Andrea Chenier tres tardes en total, dos de ellas el rol completo, siempre con similar resultado.
Sólo nos cabe esperar que Jorge de León persevere en su mejoría, y que alcance ese grandísimo nivel, al que apunta con tan clara determinación. Para ello deberá ser inteligente a la hora de escoger sus papeles y no obsesionarse con el triunfo. Desde este palco9 digital, le animamos en su aventura.

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