LO QUE EL OÍDO NO VE

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Nel tuo cuor s’annida Scarpia!…

Carlos Javier López

Más vale tarde que nunca, eso está claro. Después de dos meses eternos de ausencia, donde los asuntos técnicos y los compromisos académicos han ensombrecido mis horas y me han encerrado en aburridas bibliotecas públicas, ya hemos vuelto.

Sí, ya se que me he perdido Król Roger, Le Nozze di Figaro y Saint François; pero mejor no pensar en ello. Por salud mental, no he querido siquiera consultar las crónicas de otros blogeros, ni las críticas en la prensa seria. Prefiero pensar que no han existido, y que tras el Werther massenetiano sólo hemos tenido en el Teatro Real la Tosca, de Puccini, a cuyo estreno si acudí ayer.

De vuelta al Palco 9 analógico, en excelente compañía (una Tosca a la española, bellísima y menos sensible al influjo de los celos, que hacía volver miradas a su paso por el foyer, o entre las oscuridades de la horrenda cafetería del Real), disfruté de las voces de la gran Violeta Urmana (entiéndase el gran en el buen sentido), Marco Berti como Cavaradossi  y  de Lado Atanelli como el malísimo y vicioso Barón Scarpia.

Los tres estuvieron a la altura, con profesionalidad y tino en la afinación, aunque cada uno con sus maneras, sus callosidades, marca de la casa, asperezas de vinos añejos.

La Urmana ofreció una Tosca redonda (entiéndase redonda en el buen sentido). Me pareció muy convincente en lo actoral, aunque no se le va a la lituana esa manía de diva de tender a lo histriónico. Nos regaló, no obstante, un Vissi d´arte sencillo, introspectivo y con cargamento emotivo, temperado de principio a fin, con color y gusto, que fue muy celebrado por el público de estreno. Tal vez demasiado celebrado, aunque yo creo que había ganas de escuchar esa página, y se hubiera aplaudido en cualquier caso. Colleja a Mortier que, según me han dicho, tiene problemas para vender su Saint François, cosa rara. ¿A quién no le apetece pasarse seis horas viendo una ópera, a salvo de la canícula capitalina?

Violeta Urmana cuajó, en resumen, una Tosca más que presentable, sobrada de trapío (permitaseme el término), comodísima sobre el pentagrama e inspirada en su actuar.

Marco Berti tiene nombre de tenor, cuerpo de tenor, movimientos de tenor, pero tiene voz de tres tenores distintos. Nunca lo escuché antes, de hecho, yo esperaba a Marcelo Giordani como Mario Cavaradossi. Hubo veces en que me parecía estar escuchando a tres cantantes en una misma frase, de tan irregular que fue por momentos la emisión. Aun así, dibujó un Cavaradossi interesantísimo, en el que estos cambios de color o de potencia en los ataques obligaban a prestar atención y ya subrayaban sílabas clave enriqueciendo el texto, ya rompían el legato afeando la línea. Hubo una notable compenetración entre el italiano y la Urmana, lo que se agradece en los duos de amor, y más aun en los recitativos y ariosos.

Dejo para el final mi personaje preferido, el Barón Scarpia. El papel manda un cantante de ópera. Un barítono con arrestos, voz atractiva, oscura a ser posible, con un dominio total de la escena. Es el protagonista del último cuadro del primer acto y del segundo acto en su totalidad. Para mí lo es de la ópera entera, pero Puccini se debía a su público. Me duele más la muerte de Scarpia (Ante él temblaba toda Roma, dice Tosca), que la de los otros protagonistas. Tal vez sea porque el amor en la ópera exige sangre o martirio, o que la muerte de los amantes (o al menos de uno de ellos) es más predecible, en el mundo pucciniano, que el tiempo en el Sahara. Otra cosa es el inicuo Scarpia. Me fascinan sus hipocresías, su lascivia violenta, su egoísmo enfermizo, aderezado con un catolicismo podrido de pecaminosidad (con lo que eso vende hoy). ¡Ese beato sátiro que explota con prácticas devotas su lujuria libertina, y se vale de su lascivo talento para hacer de confesor y verdugo…!, dice con elocuencia Cavaradossi.

El simpático Lado Ataneli, además de cantar estupendamente, con un timbre que a mí me gusta mucho pese a su claridad (algo excesiva para la parte), da vida y muerte creíbles al malvado jefe de la policía vaticana. Y me lo hizo pasar  pipa, con perdón. Nel tuo cuor s’annida Scarpia!… Ya lo creo.

En cuanto a las manos directoras, coro y orquesta obedecían las de Andrés Máspero y las de Renato Palumbo, respectivamente. Su actuación fue celebrada en los aplausos postreros. Otra cosa sucedió con la dirección escénica, a cargo de Nuria Espert, que ya se pudo ver y abuchear en 2004. Yo creo, al contrario que el público de estreno, que economiza recursos con inteligencia evitando por los pelos parecer cutre y acomoda la escena a la partitura y al texto, como se debe. Tras asesinar a Scarpia, Tosca arroja el contenido de una copa de vino a una imagen de Cristo crucificado. Supongo que alguien se habrá ofendido por el gesto (hay que ser pacato); yo lo vi justificado y de gran poder expresivo. Así que menos abucheos y más apoyar a la española Espert, que de teatro sabe algo.

Permitaseme  un apunte: en el programa editado por el teatro ya no había traducción del libreto. Yo entiendo que con la crisis estamos todos tiesos, pero da un poco de vergüenza cobrar por un libreto que no es tal,  que no sirve más que para abanicarse y que no vale más que el papel reciclado en el que se imprime.

Quedo ante las teclas, deseando que llegue el otoño para ahogarme en el maremagnum musical de Elektra.